domingo, 16 de septiembre de 2012

Llegaron las votaciones



Voy a poner otro cartelito que diga Abierto de un lado y Cerrado del otro. Pero no sé donde colgarlo. Eso pienso porque no tengo otra cosa que hacer. La gente no viene. Tal vez el nombre Bodoque confunda un poco. Tendría que aclararlo, pero alguien me tiene que preguntar primero.
– ¿Bodoque es un nombre?
– Figurar en el santoral no creo que figure, pero…
– Me da igual. Lo importante es el profesionalismo.
– Que incluye la más estricta confidencialidad.
El cliente tenía cara de cliente. Pelado, petiso y trajeado. Se arrimó a pié y vino directamente. Tenía pinta de decir “Vamos al grano”.

– Vamos al grano –espeto desde mi reposera debajo del sauce, ganándole de mano. Es una táctica para dominar al cliente que incluye hacerlo esperar un poco. Toqueteo el equipo de radio, tapo la cerveza por la mitad y me calzo las alpargatas. Acto seguido le hago señas para que desembuche.
– Mañana cierran las listas para las elecciones de la Comisión Vecinal del barrio. Voy por la lista Gris.
– Que raro, nunca lo vi en el barrio.
– Pero presenté cuatrocientas firmas.
– Por lo menos hay cuatrocientos que sí lo vieron.
– Dejemos eso. El problema es que hasta ayer sólo había otra lista más, la Naranja, que pierde seguro. Son los zurditos de siempre que agitan más pavimento y fuera yanquis de Irán. Pero hoy, hace tres horas, se presentó la Verde. Llevan a Juan, un buen candidato y parece que los bancan de arriba. Cómo son las cosas: hasta hace un rato el oficialista era yo. El sindicato está manejando esto.
– Hay gente que cambia de carril y no pone la luz de giro reglamentaria.
– Lo vengo a ver porque necesito que me lo saque de competencia al Verde. Nada violento, claro. Es como una cuestión de inteligencia ¿vio?
– Inteligente hubiera sido barajarlo hace un par de semanas. El chamuyo todo lo puede. Y si hay plata de por medio siempre se puede repartir. Política es porcentajes. ¿Qué me está pidiendo?
– No sé. Ahí afuera dice: Bodoque Fernández, Detective de Barrio. Encuentre algo que lo incrimine. Cuernos familiares de ida o vuelta; malos antecedentes como vecino; peleas; choreos; deudas. Algo con lo que se pueda inventar un poco más, y desparramarlo mañana bien temprano. Sé que Juan se retira. Todos tenemos algo que ocultar.
– Menos Ud. por supuesto.
– Y Ud.
– Mire, Gris, déjemelo pensar un cachito. Total, como tarde ya es tarde. Lo más probable es que le diga que no. No me meto en política. Hacía como diez años que no votaba hasta lo de Cristina. Es un encargo medio fulero. Pero tengo que reconocer que me pica la curiosidad. Vaya no más que le mando a avisar. Yo sé a dónde, no se olvide que soy detective.


Esta reposera me está jodiendo la espalda. Encima la cerveza se entibió. Estos clientes no aportan ni una gaseosa. En fin. Espero que la Siambretta tenga un poco de mezcla.
Mientras el Gris me hablaba sabía lo que iba a hacer y adónde tenía que ir.
Como suponía la casa de Juan estaba hasta las manos. En la calle un par de autitos sacados del museo móvil del oeste, y un pequeño enjambre de motitos. En la vereda tres o cuatro viejas con ganas de hacer tortas fritas. Pibes, varios. Adentro, gente consultando padrones y preparando engrudo para pegar los carteles que están amontonados arriba de la mesa. En el medio estaba Juan el Verde. Hablaba con todos a la vez, pero me captó al instante.
– ¡Loco! O …¿cómo era? Bodo…Bodo…
– Bodoque, después te explico. Tenemos que hablar, pero en privado.
– Esto es lo más privado que tengo. Los secretos se los dejo para la prensa.
– Precisamente.
– Pero vos no sos prensa. Sos como una especie de botón. Pero para mí siempre vas a ser el compañero combativo de la construcción en la represa Piedra del Águila.
– No sigás que me vas a hacer llorar. Hablando de llorar, hay gente que te quiere sacar del medio. Dicen que te hiciste oficialista.
– Hay cosas peores. Pero ya sé de quién hablás. No me digas que trabajás para él.
– Me vino a ver.
– Vas a decirle que carnereé la huelga del 90.
– Tendría ganas. Igual te sacudimos bastante por aquellos años. Pero entrar en el baile, me convenció de entrar.
– Por la puerta o por la ventana.
– Eso decidilo vos. Como quién no quiere la cosa, acá te dejo la cinta grabada de la propuesta indecente del Gris. La podés usar para enterrarlo como a una momia.
Juan sopesó el pequeño cassette como si fuera un kilo de tomates.
– Creí que estas cosas no existían más.
– Existen. Se sigue llamando política.
– Hablando de política, me vas a votar.
– Yo voto Naranja. ¿Qué tienen que hacer los gringos en Irán?



No hay comentarios:

Publicar un comentario