Voy a poner otro cartelito que diga Abierto de un lado y Cerrado del
otro. Pero no sé donde colgarlo. Eso pienso porque no tengo otra
cosa que hacer. La gente no viene. Tal vez el nombre Bodoque confunda
un poco. Tendría que aclararlo, pero alguien me tiene que preguntar
primero.
– ¿Bodoque es un nombre?
– Figurar en el santoral no creo que figure, pero…
– Me da igual. Lo importante es el profesionalismo.
– Que incluye la más estricta confidencialidad.
El cliente tenía cara de cliente. Pelado, petiso y trajeado. Se
arrimó a pié y vino directamente. Tenía pinta de decir “Vamos al
grano”.
– Vamos al grano –espeto desde mi reposera debajo del sauce,
ganándole de mano. Es una táctica para dominar al cliente que
incluye hacerlo esperar un poco. Toqueteo el equipo de radio, tapo la
cerveza por la mitad y me calzo las alpargatas. Acto seguido le hago
señas para que desembuche.
– Mañana cierran las listas para las elecciones de la Comisión
Vecinal del barrio. Voy por la lista Gris.
– Que raro, nunca lo vi en el barrio.
– Pero presenté cuatrocientas firmas.
– Por lo menos hay cuatrocientos que sí lo vieron.
– Dejemos eso. El problema es que hasta ayer sólo había otra
lista más, la Naranja, que pierde seguro. Son los zurditos de
siempre que agitan más pavimento y fuera yanquis de Irán. Pero hoy,
hace tres horas, se presentó la Verde. Llevan a Juan, un buen
candidato y parece que los bancan de arriba. Cómo son las cosas:
hasta hace un rato el oficialista era yo. El sindicato está
manejando esto.
– Hay gente que cambia de carril y no pone la luz de giro
reglamentaria.
– Lo vengo a ver porque necesito que me lo saque de competencia al
Verde. Nada violento, claro. Es como una cuestión de inteligencia
¿vio?
– Inteligente hubiera sido barajarlo hace un par de semanas. El
chamuyo todo lo puede. Y si hay plata de por medio siempre se puede
repartir. Política es porcentajes. ¿Qué me está pidiendo?
– No sé. Ahí afuera dice: Bodoque Fernández, Detective de
Barrio. Encuentre algo que lo incrimine. Cuernos familiares de ida o
vuelta; malos antecedentes como vecino; peleas; choreos; deudas. Algo
con lo que se pueda inventar un poco más, y desparramarlo mañana
bien temprano. Sé que Juan se retira. Todos tenemos algo que
ocultar.
– Menos Ud. por supuesto.
– Y Ud.
– Mire, Gris, déjemelo pensar un cachito. Total, como tarde ya es
tarde. Lo más probable es que le diga que no. No me meto en
política. Hacía como diez años que no votaba hasta lo de Cristina.
Es un encargo medio fulero. Pero tengo que reconocer que me pica la
curiosidad. Vaya no más que le mando a avisar. Yo sé a dónde, no
se olvide que soy detective.
Esta reposera me está jodiendo la espalda. Encima la cerveza se
entibió. Estos clientes no aportan ni una gaseosa. En fin. Espero
que la Siambretta tenga un poco de mezcla.
Mientras el Gris me hablaba sabía lo que iba a hacer y adónde tenía
que ir.
Como suponía la casa de Juan estaba hasta las manos. En la calle un
par de autitos sacados del museo móvil del oeste, y un pequeño
enjambre de motitos. En la vereda tres o cuatro viejas con ganas de
hacer tortas fritas. Pibes, varios. Adentro, gente consultando
padrones y preparando engrudo para pegar los carteles que están
amontonados arriba de la mesa. En el medio estaba Juan el Verde.
Hablaba con todos a la vez, pero me captó al instante.
– ¡Loco! O …¿cómo era? Bodo…Bodo…
– Bodoque, después te explico. Tenemos que hablar, pero en
privado.
– Esto es lo más privado que tengo. Los secretos se los dejo para
la prensa.
– Precisamente.
– Pero vos no sos prensa. Sos como una especie de botón. Pero
para mí siempre vas a ser el compañero combativo de la construcción
en la represa Piedra del Águila.
– No sigás que me vas a hacer llorar. Hablando de llorar, hay
gente que te quiere sacar del medio. Dicen que te hiciste
oficialista.
– Hay cosas peores. Pero ya sé de quién hablás. No me digas que
trabajás para él.
– Me vino a ver.
– Vas a decirle que carnereé la huelga del 90.
– Tendría ganas. Igual te sacudimos bastante por aquellos años.
Pero entrar en el baile, me convenció de entrar.
– Por la puerta o por la ventana.
– Eso decidilo vos. Como quién no quiere la cosa, acá te dejo la
cinta grabada de la propuesta indecente del Gris. La podés usar para
enterrarlo como a una momia.
Juan sopesó el pequeño cassette como si fuera un kilo de tomates.
– Creí que estas cosas no existían más.
– Existen. Se sigue llamando política.
– Hablando de política, me vas a votar.
– Yo voto Naranja. ¿Qué tienen que hacer los gringos en Irán?
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