sábado, 15 de septiembre de 2012

Bodoque y la prensa que te prensa



La fiesta está buena. Más tirada para el lado del vino que de la cerveza. Como es del buen vino, no se puede criticar. Es por la gente. Digo, que supongo sabe de vinos. Lo que tendría que llevarme a la pregunta de qué hago yo acá. Pero no la hago. Estoy en contra de la discriminación, empezando por mí. No sé si se entiende. Y este vino del fin del mundo no está del todo mal.
Se acerca el anfitrión, que es quién me invitó.
– Ya sé que debés estar pensando que lo de mi invitación es un error.
– Buen presentimiento.
– Nada que ver. Te mandé a decir que era una invitación especial.
– Querías decirme, especialmente, que sos un ganador. Y la recíproca. La palabra gringa de moda se pronuncia luser. Y no sé cómo se escribe.
– Mi estimado Loco. Ojo que sé que ahora te pusiste Bodoque Fernández. Sos incorregible. Los setenta te pesan demasiado.
– Los sesenta. Es una confusión popular. Pero son décadas distintas.
– Años más, años menos. Acá, compañero, lo importante es que estamos reciclando la historia. Decime la verdad ¿en todos estos últimos años de mierda, no te parece que nos estamos acercando a los de nuestra juventud?
– Si te contesto que uno a la juventud no se acerca sino se aleja me vas a decir que soy un escéptico. Así que no te lo digo.
– Mirá alrededor. ¿Qué ves? Hay trabajadores por todas partes. ¿Ves algún burguesote, algún terrateniente? ¿Algún teniente?
– Veo gente a la que no le faltan las cuatro comidas.
– Dale. Tenés que reconocerme que la cosa está cambiando. Y sí, aunque no estén acá, hay muchísima gente que ha incorporado una comida más en el día.
– Te la dejé servida.
En ese momento se para la música que venía por el lado del folclore, pero más o menos. A las guitarras le habían metido xilófonos, sintetizadores y baterías acústicas. En fin. Un ñato vestido todavía a la moda de los noventa, barriguita de cerveza, con una vinchita a lo Vilas pero con el logo del sindicato.

 
Sindicato. Tendría que haber empezado por ahí. La fiesta era del Sindicato de Trabajadores de la Industria de Hidrocarburos. El que me había invitado era su secretario general. Y se suponía que el motivo de la fiesta era dar a conocer la buena nueva. Finalmente, después de un largo camino legal, la así llamada justicia había determinado que la existencia del sindicato era compatible con la de otros, similares, en la misma industria, en la misma región. Se priorizó la libre voluntad del afiliado para optar por uno u otro. El libre albedrío, que le llaman. Era fácil suponer quiénes estarían muy molestos por la resolución. Además de la repartija de las cuotas sindicales, tan caras al sentimiento de los sindicalistas argentinos, estaba en juego algo interesante: la política, esa molesta vitamina social. Digo esto porque el “viejo” sindicato, cómodamente instalado, fuertemente amarrado, y disciplinadamente conducido, había tenido desde siempre una política clara: andar bien con los de arriba. Léase, grandes grupos empresariales nacionales y extranjeros, funcionarios políticos de todos los colores del arco iris, con los que aplicó aplicadamente la táctica del camaleón. Con perdón del simpático animalito que no tiene la culpa. En esos cajamares, es justo reconocer, que la tarea desempeñada no había sido al cohete. O sea que los oficialmente sindicalizados contaban con un blindaje, que sin bien nunca había sido exigido por grandes tormentas, al menos brindaba una gran confianza que era ejercida con todo derecho por los que así lo preferían. La prueba de amor más reclamada, esto es los salarios de los viejos petroleros, reflejan esta realidad: duplican y hasta triplican los de cualquier trabajador de esos que caminan por las calles del señor. Para qué mentar otros beneficios. Ayudan a tomar conciencia de la guita que deben estar embolsando las empresas y sus eventuales aliados.
El nuevo emprendimiento sindical, sin embargo, contaba con algo de lo que su veterano par adolecía: juventud, pujanza, y sobre todo serios intentos de horizontalismo, pariente cercano de la democracia sindical. Un verdadero virus para los viejos magnates de los gremios. Uno se pregunta, a esta altura: ¿no sería mejor, juntar las dos experiencias, las dos formaciones, las dos conducciones? ¿Acaso los trabajadores no son una sola cosa?
– ¿Acaso los trabajadores no son una sola cosa? –el dirigente que había chapado el micrófono me leyó la mente – ¿Acaso no es la unidad nuestra herramienta más fuerte? Claro ustedes legítimamente se dirán “¿Cómo puede ser que este tipo hable de unidad, mientras está festejando que haya otro sindicato?”. Porque la unidad no es algo que esté dado naturalmente. No crece como la jarilla del campo. La unidad hay que construirla. Y para construirla tenemos que organizarnos…
“Y para organizarnos…” pensé el par de respuestas que me sabía de memoria desde mis años mozos. Probablemente estos muchachos estén haciendo lo correcto. Pero para subirme a este tren tendría que bajar varios kilos. Además de ponerme a revisar un par de ataduras con alambre del bueno con que queríamos amarrar la historia. En fin. Por algo me jubilé.
Parece que el muchacho había terminado el espiche. Todo el mundo estaba evolucionando hacia el interesante asado que golpeaba desde el fondo del predio. Hago lo mismo para no romper el corral.
– Bueno, Bodoque, no te voy a preguntar qué opinás de los discursos porque calculo que como hombre de acción, odiás los discursos. –el Secre Gen me pasó cariñosamente el brazo por mis hombros sin segundas intenciones.
– Error. Los discursos están hechos de palabras. Y las palabras siempre fueron lo más importante. Convendría subrayar lo de más importante.
– Mirá vos. Parece que le pifié. Entre otras cosas te invité para que te encargues de la parte de seguridad del nuevo sindicato. Para ser botón sos demasiado filósofo.
– No te equivoques. Todavía conservo la Tala 22 cañón largo. Aunque debo estar lento para hacer cuerpo a tierra.
– Nada que ver. No vamos a entrar en guerra. Estamos con lo del diálogo oficial y el oficioso también. Te queremos para que prepares a un par de pibes. Cosas de rutina: controles a buchones, sistema de alarmas, preservar recaudaciones y demás.
– Contá conmigo. Lo voy a hacer como changa. Hay que apoyar todo lo que tenga pinta de nuevo.
Todo esto fue el sábado a la noche.


II

El domingo a la mañana despliego el diario más viejo de la Patagonia. Es uno de los pocos vicios que conservo sin explicación alguna. Como todo vicio. En la primerísima plana, como recién impreso, a cuatro colores, hay una foto tremenda. No es otro que mi amigo el Secre Gen. Está gritando en una mueca que da miedo. Enarbola en su brazo derecho un martillo. Le quiere pegar a alguien. Que en este caso viene a ser el lector. En letras catástrofes la página dice que el de la foto dice: LOS VAMOS A REVENTAR. Más chico en forma de copete agrega: El auto impuesto secretario general del irregular y apócrifo sindicato de petroleros amenaza con quebrar la unidad de los trabajadores. De cómo la Justicia hace lobby con empresas para perjudicar obreros. ¿Así es como se pretende parar la violencia? Detalles de la fastuosa reunión de la cúpula pseudos sindical.

El resto de la nota parece una entrega de Agatha Cristie mal traducida al castellano de estas pampas. Pero igual de imaginativa. Hay intrigas como para hacer dulce.

Confieso que no me da el estómago para terminar el artículo. Mejor dicho los artículos, porque son varios, en páginas dos, tres y cuatro. Le dan la misma manija que si hubiéramos entrado en guerra contra Chile. Incluyen el faz símil de un documento, elaborado en “no se sabe qué Ministerio de la Nación” (sic) detallando el plan de inversiones de las jugosas recaudaciones sindicales. Aunque graciosamente sugiere que éstas irán a parar a los negocios vinculados al juego de azar, “habida cuenta de las prósperas inversiones que en este sector están realizando los socios capitalistas-oficialistas del nuevo engendro sindical”. De nuevo (sic). Hay un reportaje, con tres fotos de apoyo, a un tipo vestido de mameluco que básicamente dice que el dirigente sindical de este nuevo sindicato ya lo hizo despedir de dos empresas. Tengo que dejar el pasquín lo más cerca del baño.

Como si me estuvieran espiando electrónicamente a la distancia suena el teléfono fijo. El único, porque no termino de acomodarme al celular.
– Creo que te voy a necesitar –me dice el Secre Gen sin necesidad de presentarse.
– Necesitarías a los Caza Fantasmas. Tiene la ventaja que conocen Hollyhood.
– Venite.
– Si todavía no empezaron los cacerolazos en la puerta del sindicato.


La Siam me lleva tranquilo. El domingo a la mañana es el mejor día para circular. No hay caceloreros porteños ni piqueteros patagónicos. A lo sumo un par de milicos que no dan con el look de rutina. El lugar tiene aire de campamento. Porque es un campamento. Se trata de viejas viviendas prefabricadas compradas como rezagos a las empresas que hicieron las represas hidroeléctricas. Que Dios las tenga en su gloria. A las casillas, no a las empresas. Llego. Me están esperando.
– Bodoque, más rápido que los bomberos. –me espeta un flaco que funge de secretario del secretario, flojo en lugares comunes – te están esperando los muchachos.
Alrededor de un enorme carretel de cables en desuso, a modo de mesa de campaña, están reunidos un grupo mañanero de personas. Toman mate y no ginebra. Lo que es un buen dato. Aunque hubiera preferido un poco de heterodoxia.
– Leíste el Río Negrero, me imagino. –me hace la pregunta inútil el Secre Gen.
– Hasta donde me dio el estómago.
– La foto de tapa es una truchada, igual que el resto. Eso no es nada. Preparate para lo que va a ser el noticiero de la televisión. Tanto el local como el nacional.
–Para el petróleo no hay fronteras. Si no, habría que preguntarle al fantasma de Gadafi.
Hechas las presentaciones coloquiales, nos entregamos a las tareas. Que de eso se trata esta reunión. Si alguien espera que estos tipos arruguen es porque no conoce quién es mi amigo. Y el amigo de mi amigo. O sea yo, Bodoque Fernández, pa’ servirlo, en este caso trabajando de puro solidario. Como a mí me gusta.



El noticiero de la Tele arranca a las veinte. De los que estábamos esta tarde ninguna tenía idea de cómo funciona la cosa. Pero confiamos en el margen positivo de la improvisación. La idea es tan contundente como poco sofisticada: salir al aire con la desmentida. Denunciar a la prensa amarilla desde sus mismas instalaciones. Está bueno. A veces lo más complejo es lo más fácil. Y viceversa.
Estacionamos en la plaza de las banderas, frente al edificio de la televisión. Cuando llega la hora señalada, el equipo se pone en movimiento. El safari se compone de los siguientes individuos y en este orden: primero, al tefren, el Secre Gen franca y sincera sonrisa en el rostro; segundo, el que suscribe, firmemente asumido como guardaespaldas. La función hace al órgano. O al revés, no estoy seguro. Tercero un par de muchachos boca de pozo en goce de sus merecidos francos. Último y novedoso un ñato empuñando una cámara de televisión profesional de las que no se rompen con facilidad. Las lucecitas quieren decir que la cosa está grabando todo a lo que apunta.
Primer escollo en forma de milicos de utilería a cargo de la seguridad del perímetro de la TV provincial. Fácil. Creen que somos de la familia. Nos saludan al pasar. Uno de ellos se esmera en salir en primer plano. Sale.
Entramos en tropel en las instalaciones. Dos conocidos periodistas están prestos a empezar la función dominical. Las luces encandilan. Los empleados corretean atareados con papeles en las manos. Un par se da cuenta que hay algo que no funciona. Pero lo conocido como el efecto sorpresa gana la partida.
El Secre Gen se instala en el escritorio oficial. Un boca de pozo se instala detrás del camarógrafo que no atina a contradecirlo. El otro boca de pozo hizo lo suyo en la cabina de control. Todo esto sin violencia como reza en las nuevas costumbres oficiales aceptadas por toda la comunidad. Calculo que tenemos como mucho, dos o tres minutos en el aire. Después nos cortan desde el Pentágono.
El Secre Gen despliega una paz envidiable. Dice:
– En la mañana de hoy un matutino local difunde una extraordinaria mentira. Junto con una foto mía también extraordinariamente mentirosa. Se trata de esta imagen –despliega frente a las cámaras una foto donde aparece gritando (en realidad está cantando) empuñando no un martillo sino una bandera argentina –. El diario dice que dije que vamos a reventarlos o algo parecido. Jamás dije semejante estupidez, sino todo lo contrario. Traje la grabación no sólo de mi discurso, sino la de todos los que hicieron uso de la palabra. Los supuestos documentos que esa prensa exhibe jamás han existido. Es seguro que un perito serio podrá demostrarlo. El reporteado disfrazado de obrero en realidad es un custodio de un conocido gerente del ramo, ex policía federal acusado de trata de mujeres.
Todo es una gran estafa. Como lo que estamos haciendo no estaría exactamente dentro de los procedimientos legales, es de esperar que los aquí denunciados por el que suscribe, nos denuncien ante quienes deben denunciarnos. Lógico. Pero poco probable. Esa será nuestra mejor prueba en este caso de manipulación mediática. Estamos repletos de pruebas de lo que decimos. Sr. editores de la así llamada prensa escrita, Sr. editores de la así llamada prensa televisiva, los esperamos con entusiasmo. Por no decir que los desafiamos que suena un tanto grueso. Por favor, no nos obliguen a repetir esta interesante experiencia. Buenas noches, y gracias por su atención. Los programas continúan con su programación habitual.


Salimos en fila india, todavía filmando todo a nuestro paso. Siempre podemos hacer una película. Se puede llamar: “Prensemos a la prensa”. O algo por el estilo.
– ¿Vos qué decís Bodoque, se nos caen encima?
– Doble contra sencillo: se van a hacer los pelotudos. El silencio también miente.
– No estoy tan seguro. Igual estamos jugados.
– Hablando de jugados: ¿No será el momento de fundar un canal de televisión de los laburantes?
– Vos no cambiás más Bodoque. Sos un setentista caminan…perdón, un sesentista caminando.
– Y a mucha honra. Es que sería el único lugar en que puedo contar mis últimos casos.






FIN





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