La fiesta está buena.
Más tirada para el lado del vino que de la cerveza. Como es del buen
vino, no se puede criticar. Es por la gente. Digo, que supongo sabe
de vinos. Lo que tendría que llevarme a la pregunta de qué hago yo
acá. Pero no la hago. Estoy en contra de la discriminación,
empezando por mí. No sé si se entiende. Y este vino del fin del
mundo no está del todo mal.
Se acerca el anfitrión,
que es quién me invitó.
– Ya sé que debés
estar pensando que lo de mi invitación es un error.
– Buen presentimiento.
– Nada que ver. Te
mandé a decir que era una invitación especial.
– Querías decirme,
especialmente, que sos un ganador. Y la recíproca. La palabra gringa
de moda se pronuncia luser. Y no sé cómo se escribe.
– Mi estimado Loco. Ojo
que sé que ahora te pusiste Bodoque Fernández. Sos incorregible.
Los setenta te pesan demasiado.
– Los sesenta. Es una
confusión popular. Pero son décadas distintas.
– Años más, años
menos. Acá, compañero, lo importante es que estamos reciclando la
historia. Decime la verdad ¿en todos estos últimos años de mierda,
no te parece que nos estamos acercando a los de nuestra juventud?
– Si te contesto que
uno a la juventud no se acerca sino se aleja me vas a decir que soy
un escéptico. Así que no te lo digo.
– Mirá alrededor. ¿Qué
ves? Hay trabajadores por todas partes. ¿Ves algún burguesote,
algún terrateniente? ¿Algún teniente?
– Veo gente a la que no
le faltan las cuatro comidas.
– Dale. Tenés que
reconocerme que la cosa está cambiando. Y sí, aunque no estén acá,
hay muchísima gente que ha incorporado una comida más en el día.
– Te la dejé servida.
En ese momento se para la
música que venía por el lado del folclore, pero más o menos. A las
guitarras le habían metido xilófonos, sintetizadores y baterías
acústicas. En fin. Un ñato vestido todavía a la moda de los
noventa, barriguita de cerveza, con una vinchita a lo Vilas pero con
el logo del sindicato.
Sindicato. Tendría que
haber empezado por ahí. La fiesta era del Sindicato de Trabajadores
de la Industria de Hidrocarburos. El que me había invitado era su
secretario general. Y se suponía que el motivo de la fiesta era dar
a conocer la buena nueva. Finalmente, después de un largo camino
legal, la así llamada justicia había determinado que la existencia
del sindicato era compatible con la de otros, similares, en la misma
industria, en la misma región. Se priorizó la libre voluntad del
afiliado para optar por uno u otro. El libre albedrío, que le
llaman. Era fácil suponer quiénes estarían muy molestos por la
resolución. Además de la repartija de las cuotas sindicales, tan
caras al sentimiento de los sindicalistas argentinos, estaba en juego
algo interesante: la política, esa molesta vitamina social. Digo
esto porque el “viejo” sindicato, cómodamente instalado,
fuertemente amarrado, y disciplinadamente conducido, había tenido
desde siempre una política clara: andar bien con los de arriba.
Léase, grandes grupos empresariales nacionales y extranjeros,
funcionarios políticos de todos los colores del arco iris, con los
que aplicó aplicadamente la táctica del camaleón. Con perdón del
simpático animalito que no tiene la culpa. En esos cajamares, es
justo reconocer, que la tarea desempeñada no había sido al cohete.
O sea que los oficialmente sindicalizados contaban con un blindaje,
que sin bien nunca había sido exigido por grandes tormentas, al
menos brindaba una gran confianza que era ejercida con todo derecho
por los que así lo preferían. La prueba de amor más reclamada,
esto es los salarios de los viejos petroleros, reflejan esta
realidad: duplican y hasta triplican los de cualquier trabajador de
esos que caminan por las calles del señor. Para qué mentar otros
beneficios. Ayudan a tomar conciencia de la guita que deben estar
embolsando las empresas y sus eventuales aliados.
El nuevo emprendimiento
sindical, sin embargo, contaba con algo de lo que su veterano par
adolecía: juventud, pujanza, y sobre todo serios intentos de
horizontalismo, pariente cercano de la democracia sindical. Un
verdadero virus para los viejos magnates de los gremios. Uno se
pregunta, a esta altura: ¿no sería mejor, juntar las dos
experiencias, las dos formaciones, las dos conducciones? ¿Acaso los
trabajadores no son una sola cosa?
– ¿Acaso los
trabajadores no son una sola cosa? –el dirigente que había chapado
el micrófono me leyó la mente – ¿Acaso no es la unidad nuestra
herramienta más fuerte? Claro ustedes legítimamente se dirán
“¿Cómo puede ser que este tipo hable de unidad, mientras está
festejando que haya otro sindicato?”. Porque la unidad no es
algo que esté dado naturalmente. No crece como la jarilla del campo.
La unidad hay que construirla. Y para construirla tenemos que
organizarnos…
“Y para organizarnos…”
pensé el par de respuestas que me sabía de memoria desde mis años
mozos. Probablemente estos muchachos estén haciendo lo correcto.
Pero para subirme a este tren tendría que bajar varios kilos. Además
de ponerme a revisar un par de ataduras con alambre del bueno con que
queríamos amarrar la historia. En fin. Por algo me jubilé.
Parece que el muchacho
había terminado el espiche. Todo el mundo estaba evolucionando hacia
el interesante asado que golpeaba desde el fondo del predio. Hago lo
mismo para no romper el corral.
– Bueno, Bodoque, no te
voy a preguntar qué opinás de los discursos porque calculo que como
hombre de acción, odiás los discursos. –el Secre Gen me pasó
cariñosamente el brazo por mis hombros sin segundas intenciones.
– Error. Los discursos
están hechos de palabras. Y las palabras siempre fueron lo más
importante. Convendría subrayar lo de más importante.
– Mirá vos. Parece que
le pifié. Entre otras cosas te invité para que te encargues de la
parte de seguridad del nuevo sindicato. Para ser botón sos demasiado
filósofo.
– No te equivoques.
Todavía conservo la Tala 22 cañón largo. Aunque debo estar lento
para hacer cuerpo a tierra.
– Nada que ver. No
vamos a entrar en guerra. Estamos con lo del diálogo oficial y el
oficioso también. Te queremos para que prepares a un par de pibes.
Cosas de rutina: controles a buchones, sistema de alarmas, preservar
recaudaciones y demás.
– Contá conmigo. Lo
voy a hacer como changa. Hay que apoyar todo lo que tenga pinta de
nuevo.
Todo esto fue el sábado
a la noche.
II
El domingo a la mañana
despliego el diario más viejo de la Patagonia. Es uno de los pocos
vicios que conservo sin explicación alguna. Como todo vicio. En la
primerísima plana, como recién impreso, a cuatro colores, hay una
foto tremenda. No es otro que mi amigo el Secre Gen. Está gritando
en una mueca que da miedo. Enarbola en su brazo derecho un martillo.
Le quiere pegar a alguien. Que en este caso viene a ser el lector. En
letras catástrofes la página dice que el de la foto dice: LOS
VAMOS A REVENTAR. Más chico en forma de copete agrega: El
auto impuesto secretario general del irregular y apócrifo sindicato
de petroleros amenaza con quebrar la unidad de los trabajadores. De
cómo la Justicia hace lobby con empresas para perjudicar obreros.
¿Así es como se pretende parar la violencia? Detalles de la
fastuosa reunión de la cúpula pseudos sindical.
El resto de la nota
parece una entrega de Agatha Cristie mal traducida al castellano de
estas pampas. Pero igual de imaginativa. Hay intrigas como para hacer
dulce.
Confieso que no me da el
estómago para terminar el artículo. Mejor dicho los artículos,
porque son varios, en páginas dos, tres y cuatro. Le dan la misma
manija que si hubiéramos entrado en guerra contra Chile. Incluyen el
faz símil de un documento, elaborado en “no se sabe qué
Ministerio de la Nación” (sic) detallando el plan de
inversiones de las jugosas recaudaciones sindicales. Aunque
graciosamente sugiere que éstas irán a parar a los negocios
vinculados al juego de azar, “habida cuenta de las prósperas
inversiones que en este sector están realizando los socios
capitalistas-oficialistas del nuevo engendro sindical”. De
nuevo (sic). Hay un reportaje, con tres fotos de apoyo, a un tipo
vestido de mameluco que básicamente dice que el dirigente sindical
de este nuevo sindicato ya lo hizo despedir de dos empresas. Tengo
que dejar el pasquín lo más cerca del baño.
Como si me estuvieran
espiando electrónicamente a la distancia suena el teléfono fijo. El
único, porque no termino de acomodarme al celular.
– Creo que te voy a
necesitar –me dice el Secre Gen sin necesidad de presentarse.
– Necesitarías a los
Caza Fantasmas. Tiene la ventaja que conocen Hollyhood.
– Venite.
– Si todavía no
empezaron los cacerolazos en la puerta del sindicato.
La Siam me lleva
tranquilo. El domingo a la mañana es el mejor día para circular. No
hay caceloreros porteños ni piqueteros patagónicos. A lo sumo un
par de milicos que no dan con el look de rutina. El lugar tiene aire
de campamento. Porque es un campamento. Se trata de viejas viviendas
prefabricadas compradas como rezagos a las empresas que hicieron las
represas hidroeléctricas. Que Dios las tenga en su gloria. A las
casillas, no a las empresas. Llego. Me están esperando.
– Bodoque, más rápido
que los bomberos. –me espeta un flaco que funge de secretario del
secretario, flojo en lugares comunes – te están esperando los
muchachos.
Alrededor de un enorme
carretel de cables en desuso, a modo de mesa de campaña, están
reunidos un grupo mañanero de personas. Toman mate y no ginebra. Lo
que es un buen dato. Aunque hubiera preferido un poco de heterodoxia.
– Leíste el Río
Negrero, me imagino. –me hace la pregunta inútil el Secre Gen.
– Hasta donde me dio el
estómago.
– La foto de tapa es
una truchada, igual que el resto. Eso no es nada. Preparate para lo
que va a ser el noticiero de la televisión. Tanto el local como el
nacional.
–Para el petróleo no
hay fronteras. Si no, habría que preguntarle al fantasma de Gadafi.
Hechas las presentaciones
coloquiales, nos entregamos a las tareas. Que de eso se trata esta
reunión. Si alguien espera que estos tipos arruguen es porque no
conoce quién es mi amigo. Y el amigo de mi amigo. O sea yo, Bodoque
Fernández, pa’ servirlo, en este caso trabajando de puro
solidario. Como a mí me gusta.
El noticiero de la Tele
arranca a las veinte. De los que estábamos esta tarde ninguna tenía
idea de cómo funciona la cosa. Pero confiamos en el margen positivo
de la improvisación. La idea es tan contundente como poco
sofisticada: salir al aire con la desmentida. Denunciar a la prensa
amarilla desde sus mismas instalaciones. Está bueno. A veces lo más
complejo es lo más fácil. Y viceversa.
Estacionamos en la plaza
de las banderas, frente al edificio de la televisión. Cuando llega
la hora señalada, el equipo se pone en movimiento. El safari se
compone de los siguientes individuos y en este orden: primero, al
tefren, el Secre Gen franca y sincera sonrisa en el rostro; segundo,
el que suscribe, firmemente asumido como guardaespaldas. La función
hace al órgano. O al revés, no estoy seguro. Tercero un par de
muchachos boca de pozo en goce de sus merecidos francos. Último y
novedoso un ñato empuñando una cámara de televisión profesional
de las que no se rompen con facilidad. Las lucecitas quieren decir
que la cosa está grabando todo a lo que apunta.
Primer escollo en forma
de milicos de utilería a cargo de la seguridad del perímetro de la
TV provincial. Fácil. Creen que somos de la familia. Nos saludan al
pasar. Uno de ellos se esmera en salir en primer plano. Sale.
Entramos en tropel en las
instalaciones. Dos conocidos periodistas están prestos a empezar la
función dominical. Las luces encandilan. Los empleados corretean
atareados con papeles en las manos. Un par se da cuenta que hay algo
que no funciona. Pero lo conocido como el efecto sorpresa gana la
partida.
El Secre Gen se instala
en el escritorio oficial. Un boca de pozo se instala detrás del
camarógrafo que no atina a contradecirlo. El otro boca de pozo hizo
lo suyo en la cabina de control. Todo esto sin violencia como reza en
las nuevas costumbres oficiales aceptadas por toda la comunidad.
Calculo que tenemos como mucho, dos o tres minutos en el aire.
Después nos cortan desde el Pentágono.
El Secre Gen despliega
una paz envidiable. Dice:
– En la mañana de hoy
un matutino local difunde una extraordinaria mentira. Junto con una
foto mía también extraordinariamente mentirosa. Se trata de esta
imagen –despliega frente a las cámaras una foto donde aparece
gritando (en realidad está cantando) empuñando no un martillo sino
una bandera argentina –. El diario dice que dije que vamos a
reventarlos o algo parecido. Jamás dije semejante estupidez,
sino todo lo contrario. Traje la grabación no sólo de mi discurso,
sino la de todos los que hicieron uso de la palabra. Los supuestos
documentos que esa prensa exhibe jamás han existido. Es seguro que
un perito serio podrá demostrarlo. El reporteado disfrazado de
obrero en realidad es un custodio de un conocido gerente del ramo, ex
policía federal acusado de trata de mujeres.
Todo es una gran estafa.
Como lo que estamos haciendo no estaría exactamente dentro de los
procedimientos legales, es de esperar que los aquí denunciados por
el que suscribe, nos denuncien ante quienes deben denunciarnos.
Lógico. Pero poco probable. Esa será nuestra mejor prueba en este
caso de manipulación mediática. Estamos repletos de pruebas de lo
que decimos. Sr. editores de la así llamada prensa escrita, Sr.
editores de la así llamada prensa televisiva, los esperamos con
entusiasmo. Por no decir que los desafiamos que suena un tanto
grueso. Por favor, no nos obliguen a repetir esta interesante
experiencia. Buenas noches, y gracias por su atención. Los programas
continúan con su programación habitual.
Salimos en fila india,
todavía filmando todo a nuestro paso. Siempre podemos hacer una
película. Se puede llamar: “Prensemos a la prensa”. O algo por
el estilo.
– ¿Vos qué decís
Bodoque, se nos caen encima?
– Doble contra
sencillo: se van a hacer los pelotudos. El silencio también miente.
– No estoy tan seguro.
Igual estamos jugados.
– Hablando de jugados:
¿No será el momento de fundar un canal de televisión de los
laburantes?
– Vos no cambiás más
Bodoque. Sos un setentista caminan…perdón, un sesentista
caminando.
– Y a mucha honra. Es
que sería el único lugar en que puedo contar mis últimos casos.
FIN
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