jueves, 29 de noviembre de 2012

Bodoque Fernández, los narcos y los anarcos

– ¡Parate ahí que te quemo!
– ¡Qué vas a quemar vos cerdo fascista! Vos no podés quemar ni un fósforo.
– Para qué te parece que te apunto con esta Tala 22. Te avisé, subversivo apátrida, terrorista de cuarta.
– Terrorista puede ser, de cuarta, está por verse.
En ese momento de la acción, una extraña señorita se interpone entre los hombres, que están parados uno frente a otro a dos metros de distancia. Tiene el cabello largo, rubio y enmarañado, viste un saco de cuero rojo sangre, altos zapatos de finos tacos y mucha biyuteri de la ruidosa. Lo que en sí no es extraño. Lo extraño son sus bigotes.


Tirando a lo Pancho Villa. Negros, frondosos con las puntas ligeramente erectas. No le impiden hablar:
– ¡Deteneos! ¡Ya ha corrido demasiada sangre! Esto puede arreglarse hablando civilizadamente.
De una mesa vecina (se trata del bar sito en el aeropuerto del Neuquén) se incorporan lentamente dos sujetos de malísima catadura. Visten sendos sobretodos aunque la temperatura ambiente ronda los 22 grados a la sombra. Usan sombreros de fieltro como en las películas en blanco y negro de pistoleros norteamericanos. Extraen de entre sus ropas dos bellezas empavonadas del 38 especial del S & W, cinco tiros. Parece que no tienen claro donde apuntar. El resto de los pasajeros, mejor dicho futuros pasajeros, vecinos a estos cinco individuos opta por: hacerse los salames y mirar para otro lado ninguneando la realidad; brincar histéricamente de sus asientos y poner la mayor distancia en el menor tiempo; tratar de participar calmando los ánimos. En este último rubro se anotaron dos ancianitas y una monja Carmelita Descalza. Mozos y/o personal de vigilancia, por ahora cero al as.
El increpado como terrorista, hombre entrado en años, gordo y pelado, que lleva una mochila escolar colgada de un hombro, procede a disponer de su contenido. Que es una bomba. Bien que casera (se nota en la mala terminación) pero bastante voluminosa. Se parece mucho al dibujo de una bomba, esférica y negra con una mecha colgando, que nos acompañó toda la vida desde las historietas.
Todos al unísono dicen: ¡¡OOOHHH!! Pero nada más que eso.
El quemador de subversivos apátridas sonríe de costado, se cuelga un Chesterfiel con filtro del extremo más sardónico de la sonrisa y pela un fósforo Ranchera.
– ¿Querés fuego maricón de cuarta?
– Dale con la cuarta. ¿Quién te escribe los libretos, Lanata? Aparte ésta no se prende, estalla por simpatía.
– ¿Simpatía? – pregunta la más ancianita que se acerca hasta tocar con la punta del dedo el artefacto de marras – ¿Qué tiene de simpática una bomba?
– Literariamente está enganchada con el romanticismo del siglo XIX, más que nada contra la nobleza. Literalmente porque el aparato reacciona ante un estímulo violento. Estallando. O sea.
La señorita de los bigotes, en cumplimiento de un acto de caballerosidad, ya que ningún caballero se digna, intenta apartar de la escena a la más ancianita, cosa de preservar sus frágiles huesitos. Frágiles un corno. La vieja le aplica una llave de Kung Fu que sacude a la joven haciéndola volar por los aires. La menos viejita y la monja patean con precisión a los sobretodos que todavía no sabían a quién tenían que apuntar, y se adueñan del teatro de operaciones.
A todo esto la situación en el hall principal es de absoluto caos. Varios turistas rubios toman toda la escena que se produce en el entrepiso con grandes cámaras filmadoras. Pero no pueden trabajar tranquilos. La turbamulta amenaza con producir una auténtica revolución, que probablemente no se parezca a la que imaginamos los setentistas. Hay desmayados/as, contusos/as y pasajeros en estado de pánico. Algunos balbucen Bin Laden y algo de unas torres.
Arriba, los dos contendientes iniciales se miran con un cierto estupor. El de la bomba acuna el adminículo como si fuera una pelota de fútbol número 5, previo a patear un penal. El otro decide sentarse filosóficamente a la espera del próximo capítulo. Finalmente aparecen, cansados, los guardianes del orden. Searán de la policía aeroportuaria, últimamente con bastante prensa. Visten impecable sport, pero de la década del ochenta. No están armados. Pero pensándolo bien, debajo de esos sacos cruzados pueden portar cómodamente una AK 47 cada uno. Llegando al bar, epicentro del combate, uno de los seis individuos aeroportuarios pega un chiflido que deja atónitos y aturdidos a todo el mundo. Parece que van a estallar los cristales. Pero no. En cambio la rubia, ya repuesta, trepa ágilmente a una mesa que todavía sobrevive en pié y pega el grito:
– Bienvenidos a Teatro sin Teatro, grupo experimental de actores, comediantes y comediantas. Esta ha sido una actuación espontánea, básicamente improvisada y transitoriamente gratuita, intitulada: “No subas a un avión sin tu bomba”. Si podemos pasaremos la gorra. Gracias.



– Me quedé un poco cuando sacaste la bomba.
– Flojo todo lo que tiene que ver con el vestuario y los adminículos. La bomba, por ejemplo era de tergopol, y no va. Tiene que pesar como una bomba.
– Me olvidé la línea, me olvidé la línea.
– Quién fue el genio al que se le ocurrió lo de los bigotes.
– Che, de dónde aparecieron ese par de viejitas y la monja. Creí que conocía a todos los actores.
– Que actor ni ocho cuartos. Las tres viejas son nomás de la Cía.
– Ud, dentro de todo, Don Bodoque, fue un buen reemplazante de nuestra principal estrella que se enfermó a último momento.
– Los detectives tenemos que ser buenos actores.
Comentarios en retirada.


Cuando la situación sedimentó, esto es cuando los cuatrocientos cincuenta pasajeros en tránsito recuperaron la respiración y la tensión arterial normal para estas épocas del año, los teatreros experimentales recuperaron su así llamada libertad, la policía aeroportuaria terminó de hacer el papeleo recuperando su rutina, los rubios turistas recuperaron parte de su equipo de filmación, todavía quedaba una situación insólita por esclarecer. Que era.
En un nicho del baño de caballeros, fue encontrado en estado de inconciencia un señor con pinta de centroamericano, pero que no era centro americano sino del barrio de La Boca, ciudad autónoma de Buenos Aires. Recuperada que hubo su capacidad discursiva, esta se centró en la siguiente pregunta: ¿Dónde está mi portafolios? ¿Dónde está mi focking portafolios?

– Mire Don Bodoque, la cosa viene más o menos así. Tenemos un dato que va a levantar polvareda. Sabemos quién es el contacto entre la mafia narco que controla la zona del Alto Valle, y las autoridades policiales en lucha incansable contra este flagelo. No sé si me entiende.
– Deben tener más de un contacto.
– Sí, pero éste es la madre de todos los contacto. O, bueno, pongámosle el padre de todos los contactos. Lógicamente ni soñar en hacer la denuncia correspondiente, donde corresponde físicamente. Seríamos boleta en cinco minutos. Podríamos especular con meternos en la interna policial. Favorecer a un sector contra el otro. Elegir el mal menor. Pero siempre quedás pegado.
– Ese es el término etimológicamente exacto.
– Así que nos mandamos por otra. Por la nuestra.
– Que viene a ser…
– Todo el poder al pueblo.
– Tiene que ser una broma.
– ¿Sí, sabés cómo se van a reír de la broma estos caretas cuando sus nombres y fotos aparezcan en primera plana? Se van a matar de la risa. Ud. se dará cuenta que, más que nada por su propia seguridad, no podemos disponer acá toda nuestra data. Sería imprudente. Por ejemplo no le podemos confiar que el juez namber uan que regentea todo el tráfico al sur del Colorado, tiene una hija. Que esa hija es una especie de anarca militante, ecologista militante, y derechos humanos militante, de reciente adquisición.
– Toda una militante.
– Rejugada contra toda esta cagada de sistema, empezando por su viejo. Ya sé, me vas a chicanear con el Electra mal resuelto. No calienta. La cosa es que nos pasó el chivo.
– Hablando de chicana: no te veo con un perfil antifalopa.
– Precisamente. Mandamos en cana a todo el mundo que está en la pesada, en la grossa, y nosotros seguimos sembrando la nuestra. La familiar.
– Kanabis.
– Una luz Bodoque. ¿La cachai? Ahora viene lo bueno: los chabones se mueven por fuera de Internet, de comunicaciones vía celular, y por contacto tete a tete. Todo contacto es personal. Toda lista está en papel Toda guita en efectivo. Cuando estuvimos seguros posta posta, que la mano venía como venía, decidimos entrar en acción. Calculamos los riesgos, armamos y desarmamos planes y al final de todo se nos prendió la led. Recurrir a los especialistas. Que vendría a ser Ud. don Bodoque Fernández, detective de barrio. Así nos lo vendieron una chicas trans para las que Ud. es un ídolo, onda Bogart, que no estoy seguro quién es. O fue, lo más probable. ¿Qué me contursi? ¿Se prende en esta mano?
– Vivo prendido.
– No podía ser de otra manera. El punto crítico se va a dar el próximo viernes, a las ocho de la matina, en el aeropuerto internacional del Neuquén, capital de la provincia del mismo nombre. Es la hora estimada en la que arriba Aerolíneas Argentina desde la gran ubre. Desciende el contacto del año, con el resumen de las actividades del último año. Una especie de balance financiero, perspectivas de crecimiento, costos administrativos. Y anexos, listas de coimas y esas cosas.
– No entiendo cómo manejan Uds. todos estos datos.
– Ya le dijimos, por la piba.
– ¿La Electra qué es, clarividente?
– No, bolú. La Electra fue el último correo. Laburó para el papito y asociados los últimos dos añitos. Se enojó porque no le pagaban el aguinaldo. Qué sé yo por qué se enojó. A lo mejor entró en transas con el cartel de Medellín. A lo mejor fue el Ángel San Gabriel, o el fantasma de la Frida Kalo. Nos pasó la foto del sustituto y todo. Es éste que está acá, con la camiseta de Riquelme.
La foto está tomada en el Hotel Sheraton. Hay un par de celebridades de la televisión, otras tantas de eternos candidatos a, y un juez de la nación. De qué nación no se sabe, pero de alguna tiene que ser. En el medio hay un ñato con la camiseta número diez de los bosteros. Imposible no reconocerlo a mil metros con ese corte de pelo a lo mohicano.
– ¿Dónde enterramos el cadáver?
– ¿El quéééé?
– Es para dar el clima.
– Lo que tiene que hacer, es afanarle la valija que va a traer. Los brolis. Le sacamos fotocopias y después vemos qué. Tampoco la boludez. No sé que haremos. O sí sé pero para eso no tengo que contratar a un detective por más detective de barrio que sea. No sé si me explico.
– Lo único que me interesa es un cacho de justicia.
– Y los cincuenta mangos por día más las expensas. O lo que sea.
– Sobre todo las expensas. Pero acá le dejo lo que voy a necesitar. Nada del otro mundo. Una distracción, que le llaman.
– Rápido el hombre.
– Y limpito.


Esa mañana, esperando el arribo del primer vuelo de aerolíneas, un hombre más bien veterano, tenía un cartel con grandes letras colgado del cuello. Decía, Sr. Papadópulos Correanópolis. Una contraseña a todas luces. Nadie puede llamarse exactamente así. En el preciso momento que este veterano hizo el contacto visual mandó un aviso a los del bar que estaban esperando, cómodamente sentados, clavándose un café con leche y medialunas.
Después fue el acabose. Si algún oculto guardaespaldas quiso intervenir en apoyo al Sr. Mohicano, pertenecerá al secreto del sumario. Fue tal el desborde que todos parecían atacar a todos. El del cartel en el cuello y dos señores más, de profesión taxistas, amplios conocedores del territorio de marras, participaron de la acción.
En lo único que fallaron fue en la aplicación del famoso cloroformo. Resultó un mito. No así el mamporro bien pegado, de frente y a lo macho.



Una FM local, con una conocida y reconocida voz de un locutor emblemático desconcertaba a todos los ciudadanos oyentes a esas tempranas horas de la mañana laboral. Decía:
“…mínimo treinta o cuarenta carteles por cuadra. De factura artesanal, en blanco y negro, sin firmas de organización alguna. Se trata de facsímiles de documentos, facturas, listados, prontuarios oficiales, etc. Todos atinentes a supuestas operaciones comerciales del narcotráfico. Una lectura rápida reconoce allí a nombres públicos, políticos y comisarios en actividad. La pegatina, evidentemente ejecutada esta madrugada, es más profusa en cercanías a los juzgados, edificios oficiales, iglesias y demás. Asimismo cronistas de esta radio han podido verificar cuadrillas municipales empeñadas en arrancar tamaña campaña al parecer apócrifa, parte, seguramente de un objetivo político inconfesable, no ajeno a movimientos desestabilizadores tan en boga últimamente.


Estos pibes no atajan nada. Hasta tuve que enseñarles a preparar el engrudo. Desde que hicimos la campaña del 64, año del retorno del Gral. Perón, eso no cambió. Otras, puede ser, pero hay recetas que nunca van a cambiar. El secreto está en la cucharadita de soda cáustica. Qué sería de la vida sin un poco de causticidad.



No hay comentarios:

Publicar un comentario