– ¡Parate ahí que te quemo!
– ¡Qué vas a quemar vos cerdo
fascista! Vos no podés quemar ni un fósforo.
– Para qué te parece que te apunto
con esta Tala 22. Te avisé, subversivo apátrida, terrorista de
cuarta.
– Terrorista puede ser, de cuarta,
está por verse.
En ese momento de la
acción, una extraña señorita se interpone entre los hombres, que
están parados uno frente a otro a dos metros de distancia. Tiene el
cabello largo, rubio y enmarañado, viste un saco de cuero rojo
sangre, altos zapatos de finos tacos y mucha biyuteri de la ruidosa.
Lo que en sí no es extraño. Lo extraño son sus bigotes.
Tirando a lo Pancho Villa. Negros, frondosos con las puntas ligeramente erectas. No le impiden hablar:
Tirando a lo Pancho Villa. Negros, frondosos con las puntas ligeramente erectas. No le impiden hablar:
– ¡Deteneos! ¡Ya ha
corrido demasiada sangre! Esto puede arreglarse hablando
civilizadamente.
De una mesa vecina (se
trata del bar sito en el aeropuerto del Neuquén) se incorporan
lentamente dos sujetos de malísima catadura. Visten sendos
sobretodos aunque la temperatura ambiente ronda los 22 grados a la
sombra. Usan sombreros de fieltro como en las películas en blanco y
negro de pistoleros norteamericanos. Extraen de entre sus ropas dos
bellezas empavonadas del 38 especial del S & W, cinco tiros.
Parece que no tienen claro donde apuntar. El resto de los pasajeros,
mejor dicho futuros pasajeros, vecinos a estos cinco individuos opta
por: hacerse los salames y mirar para otro lado ninguneando la
realidad; brincar histéricamente de sus asientos y poner la mayor
distancia en el menor tiempo; tratar de participar calmando los
ánimos. En este último rubro se anotaron dos ancianitas y una monja
Carmelita Descalza. Mozos y/o personal de vigilancia, por ahora cero
al as.
El increpado como
terrorista, hombre entrado en años, gordo y pelado, que lleva una
mochila escolar colgada de un hombro, procede a disponer de su
contenido. Que es una bomba. Bien que casera (se nota en la mala
terminación) pero bastante voluminosa. Se parece mucho al dibujo de
una bomba, esférica y negra con una mecha colgando, que nos acompañó
toda la vida desde las historietas.
Todos al unísono dicen:
¡¡OOOHHH!! Pero nada más que eso.
El quemador de
subversivos apátridas sonríe de costado, se cuelga un Chesterfiel
con filtro del extremo más sardónico de la sonrisa y pela un
fósforo Ranchera.
– ¿Querés fuego
maricón de cuarta?
– Dale con la cuarta.
¿Quién te escribe los libretos, Lanata? Aparte ésta no se prende,
estalla por simpatía.
– ¿Simpatía? –
pregunta la más ancianita que se acerca hasta tocar con la punta del
dedo el artefacto de marras – ¿Qué tiene de simpática una bomba?
– Literariamente está
enganchada con el romanticismo del siglo XIX, más que nada contra la
nobleza. Literalmente porque el aparato reacciona ante un estímulo
violento. Estallando. O sea.
La señorita de los
bigotes, en cumplimiento de un acto de caballerosidad, ya que ningún
caballero se digna, intenta apartar de la escena a la más ancianita,
cosa de preservar sus frágiles huesitos. Frágiles un corno. La
vieja le aplica una llave de Kung Fu que sacude a la joven haciéndola
volar por los aires. La menos viejita y la monja patean con precisión
a los sobretodos que todavía no sabían a quién tenían que
apuntar, y se adueñan del teatro de operaciones.
A todo esto la situación
en el hall principal es de absoluto caos. Varios turistas rubios
toman toda la escena que se produce en el entrepiso con grandes
cámaras filmadoras. Pero no pueden trabajar tranquilos. La
turbamulta amenaza con producir una auténtica revolución, que
probablemente no se parezca a la que imaginamos los setentistas. Hay
desmayados/as, contusos/as y pasajeros en estado de pánico. Algunos
balbucen Bin Laden y algo de unas torres.
Arriba, los dos
contendientes iniciales se miran con un cierto estupor. El de la
bomba acuna el adminículo como si fuera una pelota de fútbol número
5, previo a patear un penal. El otro decide sentarse filosóficamente
a la espera del próximo capítulo. Finalmente aparecen, cansados,
los guardianes del orden. Searán de la policía aeroportuaria,
últimamente con bastante prensa. Visten impecable sport, pero de la
década del ochenta. No están armados. Pero pensándolo bien, debajo
de esos sacos cruzados pueden portar cómodamente una AK 47 cada uno.
Llegando al bar, epicentro del combate, uno de los seis individuos
aeroportuarios pega un chiflido que deja atónitos y aturdidos a todo
el mundo. Parece que van a estallar los cristales. Pero no. En cambio
la rubia, ya repuesta, trepa ágilmente a una mesa que todavía
sobrevive en pié y pega el grito:
– Bienvenidos a Teatro
sin Teatro, grupo experimental de actores, comediantes y comediantas.
Esta ha sido una actuación espontánea, básicamente improvisada y
transitoriamente gratuita, intitulada: “No subas a un avión sin
tu bomba”. Si podemos pasaremos la gorra. Gracias.
– Me quedé un poco
cuando sacaste la bomba.
– Flojo todo lo que
tiene que ver con el vestuario y los adminículos. La bomba, por
ejemplo era de tergopol, y no va. Tiene que pesar como una bomba.
– Me olvidé la línea,
me olvidé la línea.
– Quién fue el genio
al que se le ocurrió lo de los bigotes.
– Che, de dónde
aparecieron ese par de viejitas y la monja. Creí que conocía a
todos los actores.
– Que actor ni ocho
cuartos. Las tres viejas son nomás de la Cía.
– Ud, dentro de todo,
Don Bodoque, fue un buen reemplazante de nuestra principal estrella
que se enfermó a último momento.
– Los detectives
tenemos que ser buenos actores.
Comentarios en retirada.
Cuando la situación
sedimentó, esto es cuando los cuatrocientos cincuenta pasajeros en
tránsito recuperaron la respiración y la tensión arterial normal
para estas épocas del año, los teatreros experimentales recuperaron
su así llamada libertad, la policía aeroportuaria terminó de hacer
el papeleo recuperando su rutina, los rubios turistas recuperaron
parte de su equipo de filmación, todavía quedaba una situación
insólita por esclarecer. Que era.
En un nicho del baño de
caballeros, fue encontrado en estado de inconciencia un señor con
pinta de centroamericano, pero que no era centro americano sino del
barrio de La Boca, ciudad autónoma de Buenos Aires. Recuperada que
hubo su capacidad discursiva, esta se centró en la siguiente
pregunta: ¿Dónde está mi portafolios? ¿Dónde está mi focking
portafolios?
– Mire Don Bodoque, la
cosa viene más o menos así. Tenemos un dato que va a levantar
polvareda. Sabemos quién es el contacto entre la mafia narco que
controla la zona del Alto Valle, y las autoridades policiales en
lucha incansable contra este flagelo. No sé si me entiende.
– Deben tener más de
un contacto.
– Sí, pero éste es la
madre de todos los contacto. O, bueno, pongámosle el padre de todos
los contactos. Lógicamente ni soñar en hacer la denuncia
correspondiente, donde corresponde físicamente. Seríamos boleta en
cinco minutos. Podríamos especular con meternos en la interna
policial. Favorecer a un sector contra el otro. Elegir el mal menor.
Pero siempre quedás pegado.
– Ese es el término
etimológicamente exacto.
– Así que nos mandamos
por otra. Por la nuestra.
– Que viene a ser…
– Todo el poder al
pueblo.
– Tiene que ser una
broma.
– ¿Sí, sabés cómo
se van a reír de la broma estos caretas cuando sus nombres y fotos
aparezcan en primera plana? Se van a matar de la risa. Ud. se dará
cuenta que, más que nada por su propia seguridad, no podemos
disponer acá toda nuestra data. Sería imprudente. Por ejemplo no le
podemos confiar que el juez namber uan que regentea todo el tráfico
al sur del Colorado, tiene una hija. Que esa hija es una especie de
anarca militante, ecologista militante, y derechos humanos militante,
de reciente adquisición.
– Toda una militante.
– Rejugada contra toda
esta cagada de sistema, empezando por su viejo. Ya sé, me vas a
chicanear con el Electra mal resuelto. No calienta. La cosa es que
nos pasó el chivo.
– Hablando de chicana:
no te veo con un perfil antifalopa.
– Precisamente.
Mandamos en cana a todo el mundo que está en la pesada, en la
grossa, y nosotros seguimos sembrando la nuestra. La familiar.
– Kanabis.
– Una luz Bodoque. ¿La
cachai? Ahora viene lo bueno: los chabones se mueven por fuera de
Internet, de comunicaciones vía celular, y por contacto tete a tete.
Todo contacto es personal. Toda lista está en papel Toda guita en
efectivo. Cuando estuvimos seguros posta posta, que la mano venía
como venía, decidimos entrar en acción. Calculamos los riesgos,
armamos y desarmamos planes y al final de todo se nos prendió la
led. Recurrir a los especialistas. Que vendría a ser Ud. don Bodoque
Fernández, detective de barrio. Así nos lo vendieron una chicas
trans para las que Ud. es un ídolo, onda Bogart, que no estoy seguro
quién es. O fue, lo más probable. ¿Qué me contursi? ¿Se prende
en esta mano?
– Vivo prendido.
– No podía ser de otra
manera. El punto crítico se va a dar el próximo viernes, a las ocho
de la matina, en el aeropuerto internacional del Neuquén, capital de
la provincia del mismo nombre. Es la hora estimada en la que arriba
Aerolíneas Argentina desde la gran ubre. Desciende el contacto del
año, con el resumen de las actividades del último año. Una especie
de balance financiero, perspectivas de crecimiento, costos
administrativos. Y anexos, listas de coimas y esas cosas.
– No entiendo cómo
manejan Uds. todos estos datos.
– Ya le dijimos, por la
piba.
– ¿La Electra qué es,
clarividente?
– No, bolú. La Electra
fue el último correo. Laburó para el papito y asociados los últimos
dos añitos. Se enojó porque no le pagaban el aguinaldo. Qué sé yo
por qué se enojó. A lo mejor entró en transas con el cartel de
Medellín. A lo mejor fue el Ángel San Gabriel, o el fantasma de la
Frida Kalo. Nos pasó la foto del sustituto y todo. Es éste que
está acá, con la camiseta de Riquelme.
La foto está tomada en
el Hotel Sheraton. Hay un par de celebridades de la televisión,
otras tantas de eternos candidatos a, y un juez de la nación. De qué
nación no se sabe, pero de alguna tiene que ser. En el medio hay un
ñato con la camiseta número diez de los bosteros. Imposible no
reconocerlo a mil metros con ese corte de pelo a lo mohicano.
– ¿Dónde enterramos
el cadáver?
– ¿El quéééé?
– Es para dar el clima.
– Lo que tiene que
hacer, es afanarle la valija que va a traer. Los brolis. Le sacamos
fotocopias y después vemos qué. Tampoco la boludez. No sé que
haremos. O sí sé pero para eso no tengo que contratar a un
detective por más detective de barrio que sea. No sé si me explico.
– Lo único que me
interesa es un cacho de justicia.
– Y los cincuenta
mangos por día más las expensas. O lo que sea.
– Sobre todo las
expensas. Pero acá le dejo lo que voy a necesitar. Nada del otro
mundo. Una distracción, que le llaman.
– Rápido el hombre.
– Y limpito.
Esa mañana, esperando el
arribo del primer vuelo de aerolíneas, un hombre más bien veterano,
tenía un cartel con grandes letras colgado del cuello. Decía, Sr.
Papadópulos Correanópolis. Una contraseña a todas luces. Nadie
puede llamarse exactamente así. En el preciso momento que este
veterano hizo el contacto visual mandó un aviso a los del bar que
estaban esperando, cómodamente sentados, clavándose un café con
leche y medialunas.
Después fue el acabose.
Si algún oculto guardaespaldas quiso intervenir en apoyo al Sr.
Mohicano, pertenecerá al secreto del sumario. Fue tal el desborde
que todos parecían atacar a todos. El del cartel en el cuello y dos
señores más, de profesión taxistas, amplios conocedores del
territorio de marras, participaron de la acción.
En lo único que fallaron
fue en la aplicación del famoso cloroformo. Resultó un mito. No así
el mamporro bien pegado, de frente y a lo macho.
Una FM local, con una
conocida y reconocida voz de un locutor emblemático desconcertaba a
todos los ciudadanos oyentes a esas tempranas horas de la mañana
laboral. Decía:
“…mínimo treinta
o cuarenta carteles por cuadra. De factura artesanal, en blanco y
negro, sin firmas de organización alguna. Se trata de facsímiles de
documentos, facturas, listados, prontuarios oficiales, etc. Todos
atinentes a supuestas operaciones comerciales del narcotráfico. Una
lectura rápida reconoce allí a nombres públicos, políticos y
comisarios en actividad. La pegatina, evidentemente ejecutada esta
madrugada, es más profusa en cercanías a los juzgados, edificios
oficiales, iglesias y demás. Asimismo cronistas de esta radio han
podido verificar cuadrillas municipales empeñadas en arrancar tamaña
campaña al parecer apócrifa, parte, seguramente de un objetivo
político inconfesable, no ajeno a movimientos desestabilizadores tan
en boga últimamente.
Estos pibes no atajan
nada. Hasta tuve que enseñarles a preparar el engrudo. Desde que
hicimos la campaña del 64, año del retorno del Gral. Perón, eso no
cambió. Otras, puede ser, pero hay recetas que nunca van a cambiar.
El secreto está en la cucharadita de soda cáustica. Qué sería de
la vida sin un poco de causticidad.
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